Miles de personas se
buscan la vida a 5000 metros de altura en las minas de oro de este enclave
peruano precario y altamente contaminado
Ver
fotogalería Unos mineros vuelven de la mina entre montañas de
escombros y basura. ÓSCAR ESPINOSA
La Rinconada
(Perú) 9 SEP 2017 - 08:50 CEST
El
sueño de El Dorado sometió al continente sudamericano a la esclavitud, llevó a
muchos conquistadores a emprender una búsqueda inútil y mortífera a través del
continente. Incluso Atahualpa,
el último emperador inca, pagó con su vida ésta fiebre del oro.
“¡A la mina, a la
mina!”, grita una mujer desde una furgoneta, en lo que parece una improvisada
estación de autobuses en Juliaca, en la región de Puno, al sudeste de Perú. A
más de 5.000 metros de altitud, resistiendo el frío y la falta de oxígeno, unas
70.000 personas sobreviven persiguiendo el sueño del oro. Es en La Rinconada,
situada en el nevado de Ananea en los Andes peruanos y considerada la ciudad
más alta del planeta, donde durante décadas fueron llegando hombres y mujeres
improvisando una ciudad de casas de zinc entre nieves perpetuas.
Después de más de tres
horas de camino y dejando atrás el pueblo de Ananea, el asfalto desaparece y la
tierra se vuelve gris. Todo parece inerte, excepto los hombres y mujeres que
sobreviven con lo que consiguen arrancarle a la montaña. A pocos kilómetros de
La Rinconada montañas de basura dan la bienvenida. Un vertedero que se extiende
a ambos lados del camino, donde aves carroñeras, perros y alguna llama compiten
por algún resto de comida.
La furgoneta entra por
fin en el pueblo y lo primero que se ve al llegar a su calle principal, como
anunciando lo duro que es vivir aquí, es una funeraria. Pocos extranjeros se
acercan hasta La Rinconada, y rostros duros llenos de curiosidad se acercan al periodista.
“¿A que ha venido a la mina? ¿a sufrir?”, pregunta uno entre enfadado y
resignado.
ver
fotogalería Con un pañuelo se filtra el agua hasta que queda en
la mano una pequeña bola de mercurio y oro. O. E.
En La Rinconada las
calles siempre están cubiertas de lodo. Una mezcla de nieve derretida, agua de
los lavaderos y desagües y mercurio de los relaves mineros. Así como las heces
de la población, que son arrojadas a la calle sin más. Y por último, la basura
cubriéndolo todo. No existen redes de agua potable, ni de alcantarillado, ni
calefacción, y por supuesto no hay tratamiento de residuos, lo que hace del
pueblo un gran vertedero. La falta de servicios, exceptuando el transporte y la
telefonía móvil, hacen de este lugar un asentamiento inviable.
Apenas hay hoteles. Y
los que hay ofrecen habitaciones con una cama, tres mantas para soportar el
frío de la noche, sin calefacción, sin ventanas y con un lavabo compartido y
sin duchas. Las duchas en todo el pueblo son públicas. Lo que sí abunda en La Rinconada
son las cantinas y los prostíbulos, donde muchos mineros pasan el tiempo libre
gastando su dinero. “Aquí los hombres se malean, tocan el oro y ya no vuelven a
ser los mismos”, explica mientras golpea una roca de los desechos mineros
que acaba de descargar un camión en la ladera.
La prostitución, los
asesinatos y desapariciones están a la orden del día. La falta de agentes de
policía convierte este lugar en una ciudad sin ley, donde la mayoría de sucesos
quedan sin resolver y donde al visitante que planea viajar hasta aquí se le
aconseja informar de ello en la comisaría de Juliaca.
Entre los años setenta
y ochenta, La Rinconada no era más que un pequeño asentamiento donde unos
cuantos campesinos empobrecidos buscaban fortuna en un desierto de roca y
hielo. Pero la fiebre del oro hizo que durante décadas fueran llegando hasta
aquí mineros informales, campesinos, obreros desempleados y comerciantes en
busca de una oportunidad, sin importarles las condiciones climáticas, la
altitud y un sistema de trabajo más propio de esclavos. Más tarde, la crisis
económica aumentó la avalancha de mineros venidos de todas partes, triplicando
en menos de 10 años su población.
Cachorreo
La Corporación Minera
Ananea tiene la concesión, por parte del Estado, de la explotación de la mina
en el nevado Ananea. Ésta a su vez alquila la explotación de cada socavón, es
decir, cada galería excavada en la montaña, a unos cuatrocientos operadores mineros
o contratistas. Cada contratista subcontrata a los mineros, que son quienes
trabajan en el socavón en condiciones extremas, introduciéndose dentro del
glaciar, en galerías de más de un kilómetro en las que escasea el oxígeno y la
humedad cala hasta los huesos.
A todo esto se le suma
el sistema de pago, llamado cachorreo,
por el cual trabajan veinticinco días gratis, para el contratista, y cinco días
para beneficio propio. De ésta manera nunca saben lo que van a ganar a final de
mes. Si hay suerte pueden conseguir unos miles de soles (1.000 soles son unos
260 euros). Y si no, puede que hasta trabajen gratis ese mes.
El trayecto a las
bocaminas es un ir y venir constante de mineros, muchos cargados con sacos
llenos de la piedra extraída de la mina en su jornada de cachorreo. Antes
de llegar a las minas, lo que antes era una laguna de agua limpia, con
abundantes peces, es ahora un pantano gris, completamente contaminado por el
mercurio y la basura. En uno de los socavones está Mauro, que lleva tres
décadas en la mina. “Vine por unos años, creía que me haría rico, y aquí me
quedé”, explica mientras se prepara para entrar en la galería.
A diferencia del
trabajo para el contratista, que se realiza con taladro neumático y en el que
el oro se separa del resto de los minerales de forma mecánica, en el cachorreo todo el proceso es
manual. Cuando el minero extrae las piedras de la mina las lleva al quimbalete
o molino, donde las tritura, y con la ayuda de agua y mercurio separa el oro
del resto de minerales.
Con una batea y un
pañuelo, José, filtra el agua hasta que le queda en la mano una pequeña bola de
mercurio y oro, que más tarde ira a vender a alguno de los muchos acopiadores
que hay en el pueblo. José, de 42 años, vino del altiplano. “No quiero quedarme
mucho. Mi hermano murió por culpa de la mina, este no es buen sitio para
vivir", apunta. "Dejé a mi familia en Huancayo y cuando consiga
suficiente dinero me iré”. Aunque José no quiere hablar de cuanto puede ganar
al mes, la realidad es que solo unos cuantos alcanzan buenos ingresos, mientras
que la mayoría apenas subsiste con lo que saca de la montaña.
Uno de los principales
problemas de salud de La Rinconada es el uso de mercurio en la
obtención del oro. El acopiador calienta ésta amalgama con un soplete hasta
que el primero se evapora por la chimenea, dejando el oro puro. Pero el
mercurio evaporado se queda en el ambiente y es inhalado por la población,
adhiriéndose también a la nieve que, una vez derretida, se utiliza como agua de
consumo.
Pallaqueras
Las mujeres tienen
prohibido entrar en los socavones. Los mineros dicen que la montaña es muy
celosa, y que el oro desaparece si ellas entran. Así se ven centenares de
mujeres, encorvadas, escarbando en la ladera los desechos recién extraídos de
la mina que descargan los camiones. Son las pallaqueras. Es una tarea que solo
realizan mujeres y consiste en buscar, con un martillo en las manos, restos de
oro entre las piedras que ya nadie quiere. Muchas llegaron siguiendo al marido,
para cuidarlo y evitar que gaste lo poco que gana en las cantinas. Otras son
madres solteras en pos de una vida mejor para sus hijos.
ver
fotogalería El pallaqueo solo lo realizan mujeres. Con un martillo en
las manos golpean los restos de rocas que salen de la mina, y que ya nadie
quiere, en busca de algo de oro. O. E.
Muchas de estas mujeres
se han organizado en asociaciones. “Ahora estamos un poco mejor. Después de
asociarnos, hacemos turnos de cuatro horas”, explica Juana, con cierto recelo.
“Aunque se sigue ganando muy poco”. Ella vino con su marido y sus hijos, y
aunque su trabajo es pura cuestión de suerte, consiguen sacar a su familia
adelante. “Mis hijos aquí pueden estudiar” dice, sin quitar la vista de las
piedras.
Perú es el sexto
productor de oro mundial y el mayor de Latinoamérica. Y aunque es el sexto país
con mayores reservas de oro a nivel mundial, según la US Geological Survey, los mineros de La
Rinconada saben que están de paso, que un día la montaña ya no les dará más y
tendrán que marchar.
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